NUESTRO PRIMER BESO






NUESTRO PRIMER BESO

En aquella sala de cine
nos dimos nuestro primer beso,
dos vírgenes lenguas
bailaban al ritmo de las mariposas
que revoloteaban en nuestros estómagos,
manos sudorosas y con los nervios
en cada poro de la piel,
deseosos de probar de la otra persona
el sabor de su pasión.

Nuestros mensajes eran notas escritas
con bolígrafo en una hoja arrancada
de nuestra libreta de matemáticas
y que siempre la acabábamos
con un “te quiero” y un corazón
atravesado por una flecha
con nuestras inicales dentro.

Citas a escondidas de nuestros padres,
besos furtivos en la puerta de un ascensor,
caricias tímidas por la inexperiencia
a oscuras en un callejón sin salida
y noches sentados en una acera
sin nada mejor que hacer que hablar,
reír y abrazarnos a la vorágine del amor
que empezaba a surgir en ambos
por primera vez en nuestras jóvenes vidas,
cuando aún no sufríamos por querer,
cuando aún no sabíamos
que era el amor no correspondido,
cuando ese amor era simple y puro.

Pero todo esto fue hace tanto tiempo
que ni siquiera yo se la edad que teníamos
por aquel entonces ni la película
que vimos aquella noche.


Septiembre 2013
Antonio Rodríguez Álamo

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