EL SUPER DE MI BARRIO (2)



Si no has leído la primera parte, pulsa AQUÍ y leela antes de leer esta segunda.

EL SUPER DE MI BARRIO (2)

… No Me la podía quitar de la cabeza, ese pelo azabache, esa sonrisa, esa voz. Llegué a casa en el rejón de mi desamor clavado hasta el corazón. Ni sabía quién era ese tipo que le acompañaba, ¿Sería su marido? ¿Su amante? ¿Un Amigo?... Vale, -me digo a mi mismo, es su marido, y yo aquí montándome películas y teniendo hijos con ella. ¿Cómo sería ella? ¿En qué lugar se enamoraron? ¿De dónde es? ¿A qué dedicara su tiempo libre? Me hacía más preguntas que José Luís Perales en su famosa canción, que después de muchos años escuchándola me enteré que todo eso se lo decía al novio de su hija, y yo siempre pensando que se lo decía a un amante de su ex, qué cosas.

Tenía que crear un plan para volver a verla pero, no sabría cuando volvería ella a comprar al super, ni si volvería o iría su marido el que fuera de compras, con él sí que no me gustaría volver a cruzarme ni en sueños, no le conozco y aunque sé que no es bueno odiar, odio a ese tipo, por el hecho de estar con ella ya es suficiente.

No paraba de pensar en ella desde el pasado lunes. Los días pasaban y ya se me iba vaciando el frigorífico y debía de volver al sitio en cuestión pero no sabía si ir por la mañana o por la tarde. Iré a partir de las 7,30 de la tarde al salir del trabajo que según leí hace poco entre las 7 y las 8 de la tarde se liga más en los supermercados. No entiendo de donde habrán sacado ese estudio y si habrán realizado una encuesta a modo de... ¿Viene usted a ligar o a comprar? Menuda chorrada de pregunta, aunque las hay peores.

Es viernes y al acabar mi jornada laboral me encamino al super de mi barrio como de costumbre pero esta vez con las mariposas de mi estómago tan revolucionadas que si alguien me toca en estos instantes sentirían sus alas en mi piel impregnadas de amor hacia mi dilecta mujer.

Cojo el carro en el parking con la idea de que ojalá vuelva a chocar con ese ángel por los pasillos… Lechuga, tomates, atún, pollo, pan, uno a uno van cayendo artículos al carro, levantado la vista una y otra vez para ver si la veía, esta vez ni mirar el móvil, me interesaba mucho más verla a ella, pero no la veo. Poco a poco me voy deprimiendo, su ausencia junto a las pésimas canciones de ese día en el hilo musical, hacen hundirme en mis miserias, las arenas movedizas de mi vida.

No sé qué hacer, me entretengo mirando nada en las estanterías, haciendo tiempo por si la veo aparecer, leyendo la composición en las etiquetas del gel de baño (algo que ya no se suele hacer cuando estamos en el aseo ya que disponemos del teléfono móvil) pero, al final desisto y decido dirigirme hacia la caja. Intentaré que al menos la cajera sea simpática y me eleve un poco la moral comentando algo, pero no es lo normal.

Voy introduciendo la compra en el carro con más pena que gloria, pienso que hoy no la veré, a ver el próximo día si tengo más suerte o igual ya ni eso, no la vuelo a ver, esto es como encontrar una aguja en un pajar, será difícil volverla a ver.

Como un gato con el rabo entre las piernas me encamino a mi coche a descargar toda a compra, hoy (y como tantas veces) se me ha olvidado la bolsa de rafia en casa, tengo varias pero nunca llevo ninguna en el coche con lo que me tocará poner en el asiento de atrás y en casa ir sacando poco a poco, que desastre soy.

Una vez metida la compra en el coche, levanto la vista y… ahí está ella, introduciendo una moneda en el carro para cogerlo, mi corazón se acelera hasta las 120 pulsaciones, mis mariposas me abandonan y revolotean por el parking como niños en el recreo del colegio. 

Que hago, me pregunto, como intento hablar con ella, saludarla, saber de ella, interactuar con ella, debo pensar rápido o se irá. Casi de una carrera m voy a dejar el carro, ella da la vuelta para terminar de sacar su carro y nuestras miradas se cruzan.

-Ohh, hola, casi nos volvemos a chocar. –dice ella con su voz angelical–.

-Hola, pues si, esto ya no es normal.  –le digo mientras sonrío como un idiota y casi sin poder pronunciar palabra–.

-Pues sí, habría sido para preocuparse, para buscar en algún libro la “causalidad”. –comenta mientras no puedo dejar de mirarla–.

-Pues sí, siempre hay un efecto causa-efecto en todo lo que nos sucede, suele ser el principio de algo. –Digo como si me hubiera estudiado a pies juntillas la lección sobre la causalidad–.

-Mmmm, interesante el tema, un día podríamos hablar de ese tema, me interesa mucho. –Dice dejando caer su bolso dentro del carro–.

-Bueno, será un placer hablar sobre ese o cualquier tema. Veo que hoy no has venido con tu marido, vienes sola. –Tengo que enterarme de su estado civil, no me puedo aguantar más–.

-¿Mi marido?, lo dices por el chico que me acompañaba el otro día ¿No?

-Así es.

-Jajaja , no no, no era mi marido, era mi hermano, estábamos preparando una cena de amigos esa misma noche.

Mis mariposas escuchan eso y se vuelven locas de alegría, me sube la tensión, el azúcar y la bilirrubina, todo a la vez, un subidón aunque, podría tener pareja o ni eso, ni querer tener pareja, pero eso ya debería averiguarlo más adelante.

-Me parece buena oferta la de un café, dime tu número de teléfono y cuando tenga un hueco te llamo. –me volvió a decir sonriendo–.

Le di mi número, lo apuntó en una agenda que llevaba en el bolso la cual llevaba dibujado un mandala de varios colores y se disculpo pero tenía que hacer rápida la compra porque debía volver a casa que había quedado para salir con unas amigas.

Nos dimos dos besos de despedida y a la vez nos presentamos, mi piel se unió a la suya por unos instantes y hasta mis mariposas se quedaron inmóviles para disfrutar del momento. Una piel suave y con un olor a un perfume que me era familiar pero no lograba adivinar, quizá otro día me atreva a preguntarle que perfume usa.

Me vuelvo a casa contento como un niño con una bolsa de chuches, yo, con la compra que como no vaya rápido se me va a descongelar la bolsa de hielo que he comprado. Por el camino y con la euforia no había caído antes… ¿Me llamará? ¿Lo habrá hecho únicamente para quitarse a un pesado de encima? Mil dudas me vienen a la mente y ya no sé qué pensar pero como no es bueno mirar al futuro porque te crea ansiedad, me relajo, saco la compra del coche, ordeno todo en la despensa y me siento a tomar una cerveza para reconstruir de nuevo la conversación con Marta (que así es como se llama).

Pasa el fin de semana rápido como todos y comienza una nueva semana de trabajo y mi pensamiento solo podía estar en ella, en la duda si tendría esa llamada o no volvería a saber nunca más. 
El martes por la tarde ya relajado en casa después del trabajo mientras leía un rato, me suena el teléfono, descuelgo y…

-Hola Jorge, soy Marta…


Comentarios